lunes, 30 de abril de 2012

LA MUJER MÁS PODEROSA DEL MUNDO

     Ante ella se inclinaban los reyes y príncipes de la Tierra, se ponían en pie para recibirla en la ONU mandatarios poderosos que decidían cuestiones mundiales. Todos se inclinaban ante ella y escuchaban sus palabras.
     Cuando ella llegaba a un lugar, inmediatamente caía sobre los presentes un silencio reverente, un ansia de acercarse y solo tocarle, o recibir su bendición. Hizo que el Consejo de Oslo, que decidía quien ganaría el premio Nobel y le habían concedido el Nobel de la Paz, suspendiera la cena en su agasajo y sirvieran, ellos, personalmente, la comida a los pobres y necesitados.
    Una pequeña y frágil mujer vestida con un sari blanco con bordes azules, de rostro arrugado, sin cirugía estética, sin maquillaje ni ropas costosas de marca; que en sus viajes solo llevaba consigo un pequeño bolsón de tela, pues ahí estaban todas sus posesiones.
     Esa mujer que no levantó grandes templos de piedra y cemento, ni escribió libros que fueron éxitos de venta, ni realizó congresos ni talleres, que tampoco grabó discos ni llenó estadios. Solo amó, amó a los más pobres entre los pobres, defendió la vida antes del nacimiento, cuidó niños enfermos, discapacitados y abandonados, lavó cuerpos consumidos por la lepra, consoló a moribundos y les dio un ambiente digno en donde morir.
    Hoy esa mujer, aunque ya partió con el Señor, tiene poder sobre mí; porque me confronta con lo que creo, me confronta con lo que soy: una hija de Dios que he vivido para mí misma y no para ser portadora del amor de Dios. No es que no tenga logros, pero ellos cuando pasen por el fuego de la prueba del amor ¿permanecerán?    
     Sé de psicología, servicio, liderazgo, filosofía, teología, pero, ¿acaso sé del amor? Hablo de ese amor que da sin esperar nada, que no se rinde, que se entrega, que  solo desea el bien, que perdona, que no teme. Ese amor que le hizo tan poderosa a ella, a Teresa de Calcuta. Porque la gente no veía a Teresa, veía a Jesús a quién ella amaba: “Lo hago por Jesús a quien amo”, “Veo a Jesús en cada pobre, en cada necesitado”, “No soy yo, es Jesús a través mío”, decía.
     Es verdad, quizás muchos de los que la admiraban no lo sabían, pero el poder que emanaba de ella, no era ella, era el Espíritu de Jesús a quien ella se había entregado para no vivir para si misma sino para Él. Ese es el poder de Dios manifestado en el mundo a través de sus hijos que se entregan a Él, no para vivir para sí mismos, sino para ser portadores de la Presencia y del Poder del Espíritu de Dios. El poder más grande del Universo derramándose a través de frágiles vasos de arcilla. Y transformando su entorno. Transformando vidas. Dándose en amor.
    Cuando parta para mi hogar eterno, después de haber servido a mi generación, quiero dejar un legado de fe, de esperanza, pero sobre todo de amor. Como Teresa, como Jesús: mi Señor y Maestro.
Como ella decía, no tenemos que ir a la India para hacerlo, porque Calcuta está en todas partes, en el barrio, en la ciudad, en mi Nación. Siempre está la gran necesidad del gran y profundo amor de Dios para la humanidad.

"En el momento de la muerte, no se nos juzgará por la cantidad de trabajo que hayamos hecho, sino por el peso de amor que hayamos puesto en nuestro trabajo. Este amor debe resultar del sacrificio de sí mismo y ha de sentirse hasta que cueste." Teresa de Calcuta
Yamili Filártiga

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