Como fui una “good girl” hice mi cartita a los Reyes Magos y ellos me trajeron lo que pedí: un Ipad. Y al revisar deslumbrada mi regalo (que amaneció sobre mi zapatito) encontré que venía incluido el primer capítulo de la Biografía de Steve Jobs (escrito por Walter Isaacson), y como realmente este ingenioso hombre revolucionó la tecnología (y me hizo hacer cartitas a los Reyes pidiendo uno de sus inventos) leí su historia, y cuanta sorpresa me llevé al enterarme de que él de niño y pre-adolescente asistía a una iglesia cristiana, pues lo que yo sabía de él es que en sus años finales estuvo muy involucrado en el budismo zen.
Cuenta el autor de que Steve asistía regularmente a la iglesia, y que a los 13 años vió en la portada de la revista Life una foto estremecedora de niños famélicos africanos; él se lo mostró al pastor en la Escuela Dominical y preguntó lo sgte: “¿sabe Dios lo que les ocurre y lo que les va a pasar a estos niños? y la respuesta fue: “Steve, ya sé que no lo entiendes, pero sí, Dios también lo sabe”. Entonces Steve sumamente frustrado por la falta de respuesta a su pregunta, dijo que no quería tener nada que ver con la adoración de un Dios así y nunca más volvió a la Iglesia (pag 23-24 del libro).
La lectura de este suceso trajo a mi mente la preocupación que como madre y maestra tengo; y es que en cuanta congregación participé ha sido lo mismo: aparentemente los niños son vistos como una molestia para el culto principal, entonces son enviados a la Escuela Dominical en donde son “entretenidos” pintando dibujitos de “David y Goliat”, “Moisés abriendo el Mar Rojo” o “Jesús en el pesebre”. Mis niñas han tenido maestro/as que aparecían domingo de por medio, otro/s que les hacían hacer crucigramas sin ningún dato relevante, les hablaban de lo “satánico” que es Disney o hasta tuvieron uno que jugaba con ellos “jakembó” en vez de enseñarles la Palabra; pero nunca, en todos estos años aprendieron algo relevante y ni siquiera doctrinal en la Escuela Dominical. Era como si el objetivo de las congregaciones fuera entretener a los niños y no enseñarles la Palabra de Dios.
Lo que Steve Jobs estaba preguntando era algo profundamente teológico y a la vez sumamente práctico: el papel de Dios en un mundo en donde existe tanto dolor y mal; esto es algo básico, que todo creyente en Cristo debe saber responder. Y más aún pastores y maestros. Y más aún a niños y jovencitos que están buscando respuestas a sus preguntas existenciales; niños que aún no conocen a un Dios personal y por lo tanto necesitan ser guiados hacia Él y eso no sucederá si no les brindamos las respuestas correctas (afuera de la Iglesia hay demasiadas filosofías y grupos sectarios que sí dan respuestas; falsas, pero la dan). Y el joven Steve Jobs buscó respuestas en otro lugar y se volvió al budismo zen…
¿Qué pasa con nosotros con respecto a los niños y jóvenes? ¿Cuál es la visión de la Iglesia acerca de ellos? ¿Son una molestia? ¿la Escuela Dominical es solo una guardería mientras “la gente grande, importante” recibe la Palabra de Dios? ¿Dónde queda eso de “instruye al niño en su camino y aunque sea viejo no se apartará de él”?¿por qué no le damos importancia a la instrucción bíblica de los niños?
No se lo que hubiese pasado si ese maestro le hubiese contestado a Steve Jobs como debió haberlo hecho, quizás este genio de la electrónica le hubiese dado la gloria a Dios por medio de su vida y hubiese sido salvo; nunca lo sabremos, como no sabemos la cantidad de jovencitos que le dan la espalda a Dios y se pierden en un mundo pecaminoso a causa de maestros y pastores que no se tomaron el tiempo e hicieron el esfuerzo para dar respuestas acertadas a los dilemas y problemas personales de los niños y jovencitos. Yo no quiero estar en esa lista de maestros, no quiero que un día Dios me pida cuenta de esas vidas de quien Él dijo: “DE LOS NIÑOS ES EL REINO DE LOS CIELOS”.
Yamili Filártiga
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