lunes, 28 de noviembre de 2011

Mi Bautismo en el Espíritu Santo (parte I)


Asistía a una Iglesia en donde se predicaba y oraba por el Bautismo del Espíritu Santo, y prácticamente todos hablaban en Lenguas…menos yo.
Lo anhelaba tanto! Siempre lo anhelé, aún antes de conocer a Jesús como mi Salvador y escuchaba que alguien hablaba en Lenguas me llamaba la atención ese montón de sonidos inentendibles pero agradables y que parecían contener tanto poder.
Y me decidí: ayunaría y reclamaría delante de Dios hasta ser bautizada en el Espíritu. Memoricé cada palabra de la Biblia que hablaba de las promesas del Espíritu y empecé un ayuno de 40 días (esperen un rato: solo ayunaba el desayuno, pero si yo desayuno bien puedo dejar de comer todo el día, y si nó, hacia el mediodía la sensación pareciera que estaba pasando por una severa hambruna africana). Pasaron los días, 10, 20, 30… y cercano a los 40 un viernes a la mañana decido ayunar todo el día hasta después del culto en la iglesia a las 22:00 hs.
Ese día vino a mi mente la idea de: “Dios no te va a dar a vos, eso es para los líderes, la gente espiritual y vos no sos”. Y al instante otra voz  me dijo: “usá el escudo de la fe”. Y lo hice: dije en voz alta: “Dios es fiel a su Palabra y ahí dice que la promesa es para todos”. Esa noche en el culto, el pastor predicó acerca del Bautismo del Espíritu Santo e invitó a los que lo querían recibir a que pasen al frente; (claro que era para mí, este era mi momento) yo corrí, (literalmente) como si de por medio estuviera la medalla olímpica, llegué al altar, el pastor oraba imponiendo las manos, el que estaba a mi lado lo recibió, el del otro lado también, todos hablaban el Lenguas gozosos llenos del Espíritu…menos yo. No lo recibí, no recuerdo una frustración mayor en mi vida, en ese momento decidí apartarme de la Iglesia y de Dios. Sentía que Él no me quería a mí, que yo no era importante para Él. Y salí del templo encogida, triste, acabada…y alguien me llamó; yo debía ir al otro día con un grupo de la Iglesia a prestar servicio médico y social en una ciudad del interior del país, y el que me llamaba era uno del grupo y me preguntaba si estaría en el local de la Iglesia al otro día a las 4 AM para la salida, le dije que no, que no podría estar tan temprano y que por eso no iría. Y él me dijo: “podés quedarte a dormir en la Iglesia, en la sala de niños, te llaveas por dentro, nosotros no dormimos esta noche cargando el camión y a las 3 toco tu puerta y te preparas para irnos”, y cuando estaba a punto de agradecerle y decirle que nó, él agregó: “y te invito a cenar ahora”… y eso me detuvo, (recuerden que última comida fue hacía 24 hs, tenía mucha hambre y si llegaba a casa de mamá a esa hora encontraría la cocina cerrada), entonces me decidí…me quedaría, cenaría y al otro día iría con el grupo a servir a 200 kms de la capital, (en donde vivía), diciéndome a mi misma que el irme sería como una aventura, conocería un lugar nuevo y luego no volvería más a la Iglesia. Esa noche cené y me acosté a dormir sin orar, había llegado al límite de mi fe. Dios ya no existía más para mí, Él no me amaba como lo había creído…
No sabía lo que me esperaba al otro día, yo le había soltado a Dios, pero Él no me había soltado a mí…delante de mí se estaba preparando una aventura excepcional que nunca olvidaría…
                       Yamili Filártiga

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