ZAPATOS, SATANÁS Y TIERRA PROMETIDA
“YO OS HE ENTREGADO COMO LO HABÍA DICHO A MOISÉS, TODO
LUGAR QUE PISARE LA PLANTA DE VUESTRO PIE”. Jos 1
Una noche tuve un sueño, en ese tiempo, me estaba preparando para predicar sobre sanidad interior en un retiro de futuros ministros de Dios; era un lunes a la noche y tuve un sueño: en él me encontraba en mi oficina y de golpe salen de la pared perros doberman con dientes filosos como tiburones y saltan hacia mí como para atacarme. Al instante, instintivamente salto hacia atrás y escucho una voz que me dice: “yo apenas te amenazo y vas a retroceder”… reconocí la voz: era Satanás. Pero al instante, el Espíritu del Señor me dijo lo sgte.:
“NUNCA HAGAS PACTO CON EL DIABLO; SI ÉL TE AMENAZA, NO RETROCEDAS, NO CEDAS TERRITORIO, NO ENTREGUES TU ZAPATO PORQUE YO ESTOY CONTIGO”
Y entendí que temerle al diablo y dejar de hacer lo que uno está haciendo por el Reino de Dios en nuestras vidas y a nuestro alrededor, es “hacer pacto implícito”, no un pacto firmado, pero si con una actitud de bajar los brazos, y sin palabras, simplemente decir “Satanás, no me toques, no toques mi vida, mi familia, mis intereses, no desbarates mis planes y yo no desbarataré los tuyos. No entres en mi territorio y yo no entraré en el tuyo…hagamos paz”. Fue muy impactante para mí. Pero no sabía como sería probada 3 días después…
Encontré en la calle, “por casualidad”, a la persona que más daño me había causado en la vida, la que literalmente casi había arrancado mi vida y la vida de mi hijo cuando él era bebé. Lo odiaba y le temía, no lo había visto en años y ahí estaba frente a mí, en el bus, camino a la oficina.
Temblaba cuando llegué a mi lugar de trabajo, me lancé a mi escritorio, tomé mi cabeza entre mis manos y le dije al Señor: “no voy a poder predicar pasado mañana, estoy demasiado llena de miedo, con que autoridad voy a hacerlo”. Y en ese momento el Espíritu del Señor me recuerda el sueño, abro mis ojos y estaba exactamente en el lugar del sueño. Entendí el mensaje. No debía retroceder. Debía ir y predicar.
Y fui, y esa noche muchos fueron sanados y libertados de heridas emocionales en sus vidas, y vi la Gloria de Dios que se derramaba de un frágil vaso de arcilla. Y con el tiempo, Dios también sanó mis heridas, me quitó el miedo y el odio y fui libre…pero esa es otra historia…les cuento otro día.
Y desde esa vez siempre le pido al Señor: “que yo nunca haga pacto con el diablo, que nunca renuncie a mis derechos en Cristo por temor o negligencia”. Que pise siempre firmemente la Tierra Prometida…
Yamili Filártiga